domingo, 21 de junio de 2015

Cuentos Chinos: La pequeña hermana (Relato)

  (En China, existe la costumbre de llamar "mei mei" -hermana menor- a las amantes. También se utilizan otras expresiones como "hermana de leche", "pequeña hermana" o "pequeño 3".) 

  Durante la estación lluviosa de los albaricoques en el Delta del Yangtsé, el agua se desliza por los viejos tejados, hasta desembocar en las alcantarillas de piedra, donde los longevos peces carpa hacen burbujas. Un ininterrumpido coro de ranas y grillos, hacen compás con la prisa del agua. Nada es más determinante en el subconsciente humano, que un aroma o un sonido.

  Allí, oculta, como todas las historias de amantes, sumerge una y otra vez su pluma en la delicada espesura de la tinta. Y así, en pliegos de papel de arroz, escribe sus memorias: la amante.

  "En el lenguaje secreto de las mujeres he bordado tus deseos en hilos de cobre, ya nada volverá a ser indiferente. Cada una de tus pocas palabras, tienen una connotación relevante y revelante para mi.

  Algunas nubes oscuras ocultan la luna, pero al amanecer en vano será tratar de ocultar el sol y esta realidad en la que estamos sumergidos. En vano serán todas la explicaciones que me diste, simplemente porque ya estaremos cansados de habernos hurgado cada rincón del cuerpo.

  Con las primeras luces del día volverán las reglas, esas mismas que con las primeras gotas del aguacero hemos infringido tantas veces. Me hablarás nuevamente de la conveniencia de encontrar una mujer adecuada para tus padres, de la importancia de un acuerdo entre las familias políticas para una unión tradicional. Yo te escucharé refugiada en mi silencio, mientras mi mente recorrerá cada milla que me separó de lo mio y me trajo hasta aquí. Con cada palabra me habrás separado de tu vida, y con cada caricia habrás de permanecer en mí.

  En la aldea la vida transitará en ecos, los mismos pasos que cogen prisa, rondaran el viejo callejón toda la noche. El mismo hombre que me trajo al rincón de los amantes, bañado en sudor y lluvia, esperará por mi agazapado entre las magnolias, para devolverme cuando hayamos saciado nuestras almas y me toque huir. Volveré a sentir el olor a tabaco rancio que impregna el cubículo del triciclo, y mi corazón habrá encontrado paz con las primeras lámparas de la avenida principal.

  Me has convertido en la peor de las amantes, simplemente por haber nacido en tierras extrañas y tener en mis ojos la luna llena del medio otoño. Esa misma luna caprichosa que según mi feng y tu simpática tia soltera, me devolvió a mi lugar de origen.

  Tu madre me ha agasajado una vez más con una taza de té de jazmín, ha cumplido todos los rituales de la ceremonia para agasajar a un forastero, con la más fiel de las convicciones de que solo permaneceré en tus recuerdos. Tu padre ha fingido estar en presencia de un fantasma, y después todos han fingido retirarse a descansar. También hemos fingido despedirnos, solo para encontrarnos la piel detrás del biombo de bambú tallado con detalles de marfil. Ellos fingirán que no estoy, yo fingiré que me he ido mientras me pierdo en tus manos, al compás de esa mantra que inunda los vástagos de este ligero sagrario.

  Una vez más, el aire se hará espeso entre los sahumerios e inciensos y podré contemplar tus suaves movimientos en la sombra que dibuja la tenue luz de las velas. Vendrán a mi mente los sacrificios ofrecidos en mi tierra a los dioses antes de la llegada de los españoles. Me habré arrojado al fondo del mar en busca de la mirada de Tláloc, pero solo encontraré tu piel de jade.

  Este es el lugar sagrado donde no hay diferencias de raza ni de cultura que nos separen. Y comprobaré una vez más que todos los seres humanos somos iguales, que son solo las mezquindades de la inteligencia humana las que crean estructuras sociales delimitadas. Porque aquí donde no hay límites para buscarnos y encontrarnos, mientras el cuerpo me vibra, habré comprendido porque y para que llegué hasta aquí, a este rincón de sacrificios humanos.

  Has escrito una nota en lápiz para mi, y correré presurosa a descifrar tu mensaje, solo para hallar un viejo proverbio en delicados caracteres que me recuerdan aceptar el lugar que me has dado.

  Mañana volveré a contar los segundos que me separan de la dulzura de tus besos y la lapidación de tus tradiciones milenarias.

  Hemos brindado, y me has rosado la piel tantas veces que aún me duele. Me embriagan tus celos y tu mirada atenta. Me has dejado reposar en tu espalda, y desde entonces ya no duermo. Me has hecho beber más vino solo para disfrutar mi deshinibición cuando el alcohol me alberga. Has sonreído tantas veces, que cada lágrima derramada ya no cuenta. Y cuando llegue el momento de despedirnos me habrás besado los ojos, y me conducirás entre la niebla hasta el camino solitario.

  Mi cómplice me sacará de la aldea a toda prisa, bajo la atenta mirada del anciano con el brazalete de la guardia roja. El mismo anciano que a plena luz del día me increpó con vos autoritaria, y en su dialecto me susurró que solo traeré desgracias.

  Tomaré un billete de mi bolsa hindú, y temblorosa lo depositaré en las manos de mi cómplice, el insistirá en darme el vuelto, y yo insistiré en que se quede con él para pagar su silencio. El, finalmente no lo aceptará y con una sonrisa me demostrará que esta dispuesto a ayudarme, simplemente porque puede comprender la desesperación de los amantes.

  Cuando llegues a destino, nos amaremos a través de las letras, y cuando me atreva a cruzar la distancia que nos separa, me habré de refugiar en tu ironía para sentirme nuevamente vulnerable. La lluvia ha cesado, pero no el tormento." (China, Julio del 2008). 

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